Medidas: 6cm x 17cm x 10cm
"Indalo"
Se inclinó de nuevo, recogió otro trozo de cerámica redondeada, la cantidad de restos era inadecuada, inadecuada por abundante en un territorio en el que históricamente jamás tuvo porque haber un solo resto.
Dos meses después de pelearse con todas las administraciones competentes, levantó la tienda de campaña en el lugar más yermo de aquélla antigua dehesa convertida en la actualidad en desierto.
Pensó que no era demasiado tarde para dar una vuelta por las montañas de los alrededores, recoger algo de leña menuda y encender un fuego. Se puso las pilas, comenzó a caminar en dirección a una de las oquedades que había visto al pasar con el coche, de siempre había estudiado, cómo el resto del mundo que la cultura del Algar tenía influencias del mediterráneo más oriental, y siempre se había dicho ¿y si es al contrario?, ¿por qué no iban a ser influenciados los fenicios por los hombres de la cultura del Algar? Al fin y al cabo que habían estado en contacto era algo aceptado por todos.
"La cuna de nuestra civilización es Grecia" le habían machacado por activa y pasiva mientras estudió historia, allá en los años de la EGB, y después en la universidad. Él no lo creía, que el alfabeto se llamara alfabeto no quería decir que los griegos no se hubieran apropiado de un invento fenicio, se daban por sentadas demasiadas cosas aún en el mundo de la arqueología, cosas que cómo en física o matemáticas se habían normalizado, y que él pensaba que era una aberración como el falso veroso…
Descendió por lo que parecían unos escalones excavados en la roca hasta que perdió la noción del tiempo… recordó aquellas charlas que había tenido con cierto amigo de una amiga sobre la veracidad de la historia contada con Julio Verne en "Viaje al centro de la Tierra", él andaba buscando aquella entrada desde hacía años, al principio con unas chanclas y una vela, más tarde con otro tipo de equipo, dejó para más tarde aquellos pensamientos, miró hacia la boca de la cueva y vio que estaba anocheciendo, así que dejó la exploración para el día siguiente, ascendió, salió, cogió alguna leña, encendió una fogata, calentó una sopa absurda en ella, cenó y se fue a dormir…
Abrió los ojos de par en par, el suelo se movía con violencia, salió de la tienda, aún era de noche, una noche luminosa que permitía caminar sólo con la luz de las estrellas, el suelo paró de moverse, miró hacia la cueva en la que había entrado la tarde anterior, no sabía porqué algo tiraba de él hacia aquella cueva, los vellos de la nuca se le erizaron, un miedo ancestral a lo desconocido le embargó, no obstante no pudo dejar de encaminarse hacia la boca de la cueva, no pudo dejar de descender por las escaleras que talladas en la piedra bajaban hacia una extraña luz roja, no pudo dejar de contemplar, cuándo llegó a una enorme sala, la figura de un hombre cubierto por lo que parecía la cúpula de una cueva, su mente por un momento fue hacia el archiconocido Indalo, la figura dibujada en la pared debía medir no menos de 15 metros; la luz roja se fue atenuando, haciéndose más suave al principio, para desaparecer poco después por completo, dejándole sumido en la mayor de las oscuridades.
"No temas, no hay nada que temer" - oyó una voz en su cerebro.
Esperó a que amaneciera, se le hizo eterna la espera, imaginó a los primeros homínidos que sin fuego se cobijaban en cuevas y abrigos para pasar una noche oscura llena de posibles depredadores, sin saber si verían la luz de otro amanecer; entendió aquél miedo irracional que la humanidad tenía a la oscuridad, a lo desconocido, y también entendió que la única manera de asegurar su mañana era investigando, explorando, buscando porqués, aprendiendo a hacer fuego, a tallar la piedra, a enfrentarse a los terribles leones dientes de sable, a todo un mundo que tenía en contra, y que quizá le había hecho tomar dos caminos distintos, uno hacia el interior de la Tierra, otro hacia el exterior, uno encaminado a protegerse, el otro a descubrir, a evolucionar, a tomar el toro por los cuernos y comérselo literalmente.
Con las primeras luces del alba comenzó a divisar el indalo que había descubierto la noche anterior, alrededor de él se veían dispuestas algunas piedras formando círculos, se acercó a echar un primer vistazo, lo que vio le convenció de que realmente se encontraba en un asentamiento del paleolítico inferior, las tallas de los pocas y rudimentarias herramientas que encontró así lo hacían suponer. Decidió subir, volver a por sus herramientas, entre las que se encontraba una potente linterna, volver con sus cuadernos, con la cámara de fotos, se encaminaba hacia la escalera cuándo vio a los pies del que quizá podría considerarse el prime Indalo tres estelas que le resultaron demasiado conocidas a la vez que extrañas, ¿escritura en el paleolítico inferior?
Y entonces empezaron a aparecer sus amigos de todas partes, reían, portaba linternas, botellas de cava, y cantaban cumpleaños feliz a pleno pulmón, cayó en la cuenta demasiado tarde, le habían tomado el pelo, gastado una broma algo pesada, su más íntimo amigo le entregó un ragalo, mientras lo ibas desenvolviendo una sonrisa le iba apareciendo en los labios.
Se trataba de una cajita de madera, sobre la cuál alguien había decorado con falso estuco la tapa con un bonito indalo.
Ese día cumplía 45 años, miró a su alrededor y supo que cada amigo que había allí había sido el más importante de sus descubrimientos. Acto seguido no pudo dejar de explicar en qué habían fallado en la decoración, mientras caía en la cuenta de que aquellas tres estelas las habían sacado del libro de Julio Verne "Viaje al centro de la tierra", no cabía duda, sus amigos le conocían bien.
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